domingo, 7 de diciembre de 2008

Los diarios de navegación y los cuadernos de bitácora
El caso de la marina catalana
Siglo XIX
(Segunda parte)

El cuaderno de bitácora y el diario de navegación se estructuraban en singladuras, es decir, en periodos de veinticuatro horas comprendidas entre las doce del mediodía del día en curso y las doce del medio día de la siguiente jornada. Este método se seguía para permitir la observación de la latitud a la hora en que el Sol llegaba al meridiano y poder determinar la correcta posición.



Todo cuaderno se estructuraba en varias columnas. La primera de ellas se refería a las horas del día, expresadas de dos en dos o de una en una, en función de la época.

La segunda columna indicaba las millas que por hora recorría el navío, mientras que la tercera expresaba las brazas y posteriormente se expresó como decimos de milla.

La cuarta columna indicaba el rumbo o la dirección de la proa del navío durante aquella hora.

En una quinta columna se anotaba la dirección del viento para terminar con una sexta columna el abatimiento de la nave.

Finalmente se reservaba un espacio dedicado a la descripción de las particularidades de la singladura.

Toda esta transformación era transcrita posteriormente al diario de navegación al cual se le añadían otras columnas, todas ellas referidas a la navegación y a la determinación de la localización del navío.

La anterior era, pues, la estructura más simple de un cuaderno de bitácora y diario de navegación, pero a lo largo de los siglos XVIII y XIX aumentaron el numero de columnas y el volumen de información. Así lo ilustra la obra de D. Francisco Fernández Fontecha, Curso de Astronomía Náutica y Navegación, publicada en 1981; en ella vuelven a aparecer las columnas descritas anteriormente mas algunas otras.

Por ejemplo, se añade una columna de fuerza del viento y otra sobre el estado del mar indicándose tanto la dirección de las olas como su elevación. Aparecen también una serie de apartados dedicados a lecturas de aparatos existentes a bordo, tales como altura de barómetro, temperatura del aire, temperatura del mar en la superficie y lectura del psicrómetro.

Desgraciadamente, no es hasta finales del siglo XIX cuando se extiende el uso de los aparatos antes mencionados, por lo que hay pocas referencias anteriores a este periodo.

Finalmente en el apartado de anotaciones o acaecimientos a menudo se anotaban referencias precisas de fenómenos diversos: estado del cielo y horizontes, y presencia del rocío, neblina, granizo, tormenta, mangueras o bancas de hielo. Nuevamente, esta información era copiada en el diario de navegación añadiendo elementos sobre el rumbo de la nave y los cálculos de su localización.



Fragmento de la obra Compendio de Navegación para el uso de los Cavalleros Guardia - Marinas de D. Jorge Juan (1757) donde se observa un modelo de cuaderno de bitácora


Fuente:
Prohom Duran, Marc J. (2002). “El uso de los diarios de navegación como instrumento de reconstrucción climática. La marina catalana del siglo XIX” en Investigaciones geográficas, Núm. 28, Instituto Universitario de Geografía – Universidad de Alicante, España, págs. 92 - 94.
Elaboró: Lucía Méndez Pérez.

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